Cuando hablamos de influencias energéticas automáticamente se asocia a cuánto es posible que lo que hagan otras personas nos afecte o no. Si te enteras que hay una persona que “te desea algo malo”, tal vez te sugestionas y luego lo asocias con los contratiempos que tuviste en la semana que transcurrió. Entonces, esa influencia energética: ¿es ficción o es real?.
Si comenzamos considerando lo que la Astrología propone respecto a que formamos parte de un entramado energético y que nuestras energías natales las expresamos tanto directa como indirectamente a través de quienes nos vinculamos, la conexión entonces existe. Ahora bien, en lo que respecta a influencias energéticas, la pregunta sería: ¿por qué te influye lo que el otro te desea?. Y si no te hubieras enterado que “alguien” te desea lo peor, habrías asociado lo que te sucedió en la semana con alguien externo?.
Respecto a la primera pregunta, suponiendo que alguien sí te hubiera deseado algo “malo” y te hubiera influido, el por qué sucedió radica en que entonces una parte de tu mente lo tomó como verdad. Si se acepta como verdad lo que de afuera nos dicen, automáticamente nuestra realidad la acomodamos para justificar esa “verdad”.
Sin ir más lejos, la influencia energética más profunda y más presente en tu vida, sin irnos a personas que te desean mal, es la influencia que has recibido de las figuras más influyentes en tus primeros años de vida, tus padres o quienes hayan ejercido ese rol. Su influencia energética radicó en que lo que ellos dijeron que podías hacer o no hacer, lo que te convenía o no, dicho de forma directa o de modo indirecto (la más influyente de todas) fue lo que marcó y sigue marcando tu vida. ¿Entonces a esta altura, cabe alguna duda de si la influencia energética es ficción o si es real?.
A continuación compartiré una historia que refleja con claridad lo mencionado anteriormente:
Un magnate de la industria buscaba un director general competente y sabio que tuviera la destreza y la agudeza necesarias para hacerse cargo de la dirección de la empresa una vez que él se hubiese jubilado. Reunió a los mejores directores adjuntos de su propia compañía y contrató a cazatalentos y especialistas en la selección de personal para que le encontrasen otros directores que pudieran servirle para su propósito. Llegado el gran día, todos los posibles candidatos fueron convocados en el gran salón de un magnífico palacio que la organización había alquilado para la ocasión. El magnate se dirigió a los directores allí reunidos, que habían sido cuidadosamente seleccionados: “tengo un problema y quiero saber quién de ustedes tiene los recursos necesario para resolverlo. Lo que ven a mis espaldas es la puerta más grande, más fuerte y más pesada de todo el reino, ¿Quién de entre ustedes es capaz de abrirla sin ayuda?.” Algunos de los directores se limitaron a sacudir la cabeza. Parecía tratarse de un problema demasiado grande. Otros examinaron la puerta más de cerca, discutieron aspectos relacionados con la ley de la palanca y con la masa, recordaron las diferentes teorías de solución de problemas que habían aprendido en la escuela de comercio y finalmente admitieron que parecía ser una tarea imposible. Luego de que los más sabios y respetados hubieran aceptado la derrota, los demás se dieron igualmente por vencidos. Sólo uno de los directores se acercó a la puerta y la examinó a fondo y muy de cerca. La tanteó golpeando suavemente aquí y allá, estimó su ancho y su grosor, comprobó la naturaleza y lubricación de sus bisagras. La examinó minuciosamente con sus propios ojos y sus propias manos. Presionó aquí, hurgó allá. Finalmente, pareció haber tomado una decisión. Respiró hondo, se concentró y tiró suavemente de la puerta. La puerta de abrió fácilmente y sin ningún esfuerzo. Los demás habían dado por sentado que la puerta estaría atascada o cerrada herméticamente. De hecho, siempre estaba ligeramente entornada y la carpintería y el diseño eran tan excelentes que un leve toque bastaba para abrirla. El magnate ya tenía un sucesor. Se dirigió a los directores allí presentes. “El éxito en la vida depende de ciertos aspectos claves. Y éstos son los que acabamos de ver demostrados. Primero: confiar en nuestros propios sentidos para comprender plenamente la realidad de cuanto sucede a nuestro alrededor. Segundo: no aventurar falsas suposiciones. Tercero: estar dispuesto a tomar decisiones difíciles. Cuarto: tener el coraje necesario para actuar con energía y resolución. Quinto: poner todas nuestras fuerzas en funcionamiento. Y finalmente: no tener miedo de cometer errores.”
En definitiva, está en vos si permitís que ingrese la influencia energética del otro envestida como “verdad” o si te animas a recorrer el camino de experimentar con tus propias manos, tropezándote y levantándote las veces que sea necesario, sólo así descubrirás cuánto sos capaz de influir energéticamente en la creación de tu propia realidad.
Ojalá hayas disfrutado de estas líneas, nos encontramos la próxima semana. ¡Hasta pronto!