Como había mencionado en el artículo anterior, lo fundamental en un principio es reconocer, conectar con esa fuerza vital. Esa fuerza que nos mueve a y que nos lleva a buscar lo que deseamos, generar esos momentos de plenitud y bienestar.
Lo que suele suceder muchas veces es que no sabemos ponerle un corte a esos momentos porque lo estamos disfrutando, porque nos parece tan agradable que queremos que dure eternamente. Es un error pretender que dure eternamente porque porque cuando se prolonga determinada situación, por más agradable que sea, por no haber sabido pausarla, lo que sucede luego es que se malogra, se deforma y aquello que en un principio era agradable termina siendo desagradable.
Eso sucede porque en general como personas no soportamos los finales, no soportamos los bordes que limitan, en general, nos produce molestia. Sin embargo, el límite, el borde, la forma, son claves para un crecimiento. Gracias a los límites, uno descubre cuál es su forma, tiene la posibilidad de dirigir su energía y no es un desmadre, no es un desborde. Justamente el desorden, el no límite lo que genera es caos y en un clima de caos no hay posibilidad de crecimiento.
Cuando desde lo simbólico interviene la energía masculina de límite, de orden, de acción direccionada, de autoridad, se está ejerciendo la responsabilidad respecto de toda esa energía, esa fuerza vital, mencionada en el artículo anterior, se le da una forma, una direccionalidad.
Esa energía, fuerza vital que mencionaba antes, representa nuestro inconsciente, un mundo de infinitas posibilidades al cual no nos es posible acceder directamente. La vía de acceso que tenemos a ese hemisferio derecho es a través del hemisferio izquierdo, que es nuestro campo racional, desde donde se intenta decodificar la información que hay en nuestro hemisferio derecho.
Lo que suele suceder es que así como hay momentos en donde o bien se malinterpreta esa fuerza vital o se conecta en forma distorsionada muchas veces en lo que respecta a ese orden y ese límite, por no haber una conexión profunda con la fuerza vital, al intentar ejercer ese límite, se lo encarna reprimiendo y quitándole el brillo a esa fuerza vital. Aquí es donde intervienen conceptos relacionados con la moral, con el deber, lo que corresponde y lo que no corresponde. Como se suele conocer la frase, más papista que El Papa. Es una fuerza, una orden, que se ejerce de forma tal que anula esa fuerza vital.
El punto entonces es encontrar un equilibrio que posibilite una sana conexión entre esa fuerza vital y una contención brindando el borde y el límite apropiado que permita que se energía vital crezca direccionadamente.
Desde lo astrológico en lo que respecta a orden, estamos hablando de las energías de Saturno, las energías de Aries, de Marte, planetas y signos que representan la acción direccionada, acción con estructura y en lo que respecta a los símbolos del Tarot estamos hablando del Arcano del Emperador. Justamente el Emperador es la pareja de la Emperatriz a la cual me refería en el artículo anterior. Son energías que trabajan en conjunto, que marcan un ritmo que no se trata de que una sea mejor que la otra sino que trabajan mancomunadamente para un bien mayor.
De lo que se trata entonces es que puedas detectar en vos qué es ese orden interno necesario para direccionar tu fuerza vital que encarne la autoridad en vos para dirigir con claridad y responsabilidad esa fuerza vital y que te sirva para tu Propósito, que no anules tus deseos, que no lo reprimas sino que les des un Norte una Claridad, un propósito, ¿te animas?.
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Carolina Capmany
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