¿Qué sucede cuando luego de haber recorrido un tramo del camino devienen preguntas, crisis internas que nos llevan a cuestionarnos lo que hemos hecho en nuestra vida?.
En un principio todos, de una forma u otra, hemos experimentado la sensación de haber encontrado un rumbo en nuestra vida y nos embarcamos hacia el triunfo según creíamos en lo social y por ende esperable por nuestro entorno. Tal vez, eligiendo una carrera universitaria que nos “diera” la seguridad de nuestro futuro, un trabajo al cual le pusimos todas las fichas y avanzamos en esa dirección.
Lo que sucedió luego fue que nos invadió una sensación de vacío, de sentir que todo ese tiempo invertido en esa carrera, o en ese trabajo, no fue suficiente. Quizás nos invadió una sensación de insatisfacción y posiblemente haya derivado en una crisis. ¿Por qué todo eso?.
Porque en realidad, la vida muchas veces nos propone “revisiones”, momentos en la vida en los cuales toca pausar y analizar lo que uno ha vivido. Cuando iniciamos nuestra etapa adulta, el único material de apoyo a modo de consulta es lo que nos dijeron y transmitieron en lo familiar y en lo escolar, los entornos más cercanos los cuales nos brindaron herramientas. Esas herramientas surgieron de experiencias, frustraciones, miedos, prohibiciones. O sea, son enseñanzas de caminos transitados por otros que muchas veces, sin querer se transmiten y las tomamos como “verdades” irrefutables.
Y lo que sucede luego es que nuestra consciencia comienza a indagar y hacerse sus propias preguntas y cuando salimos al mundo también conocemos otras verdades, las cuales en un principio quizás condenamos o descartamos porque no se condecían con lo que nos transmitieron. Pero resulta que nuevamente aparecen esas “otras verdades” en nuestro camino y esta vez no las descartamos de lleno, nos llaman la atención, nos despiertan la curiosidad y la inexorable pregunta: “¿y si no era tan así…?” y ahí es cuando cuestionamos tal vez creencias básicas de nuestro clan.
Si hubiera que ubicar en una escala de tiempo, cuándo se produce esta grieta podríamos ubicarla en la edad de los 35 años. Luego del primer retorno de Saturno (alrededor de los 28 años) en donde surgió el primer cimbronazo respecto de lo que queremos, a la edad de 35 años se produce una segunda crisis en la cual la sensación es de dar forma con más definición a aquello que realmente deseamos o al menos, indagar poniendo más el cuerpo respecto de lo que “llama interiormente”.
En lo que respecta a Arcanos del Tarot, el que representa este proceso de introspección y crisis reflexiva es la carta del El ermitaño. El viejo sabio interno solicita ser escuchado. Luego de haber vivido ciertas experiencias, requerimos “retirarnos” del mundo para reflexionar profundamente qué es lo que queremos en nuestra vida. ¿Qué tanto de lo vivido es lo que realmente me nutre interiormente?. ¿Realmente me conozco lo suficiente como para elegir con criterio lo que más me conviene?. ¿En función de qué sigo tomando decisiones?.
¿Te ha sucedido vivir ese proceso interior?. La clave es tomar esos momentos porque ese Arcano refleja eso, un momento, para indagar en nosotros mismos y hacernos las preguntas correctas. Y las preguntas correctas no son generalmente las que respondemos rápida y fácilmente, son las incómodas pero que nos abren los ojos ya que nos conectan con zonas nuestras que estaban aguardando aparecer. Se trata de correr el foco e iluminar esas zonas oscuras nuestras y escucharlas.
Conocernos y escucharnos es un proceso que implica compromiso y paciencia y aunque no seamos conscientes, muchas veces lo que menos tenemos es paciencia con nosotros mismos y peor aún, por apurarnos, pagamos un precio altísimo que es sacrificar nuestra felicidad en pos de “verdades impuestas” y la comodidad de que elijan por nosotros.
Carolina Capmany
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