Como todo proceso en la vida, luego de la pausa y del reconocer y asimilar, llega un momento en donde tenemos la posibilidad de hacer el corte definitivo para iniciar una nueva etapa o quedarnos pegados a lo anterior. Eso puede traducirse en no atreverse a dar el paso que nos implica avanzar en momentos de nuestras vidas, por miedo por inseguridades, por apego o realmente entender la profundidad de lo que implica en nuestro proceso seguir avanzando.
En varios tramos de nuestro camino tal vez hemos experimentado el final de ciclos, de procesos, muertes de seres queridos, pérdidas materiales, en definitiva, situaciones que nos pusieron de cara ante vacíos, cambios ya sea internos o externos. La vida de por sí propone continuamente ese ritmo, lo que suele suceder es que como humanos muchas veces pretendemos eternizar situaciones, personas, porque no soportamos “ese vacío”, esa falta en nuestras vidas. Eso también es conocido como apego, detrás de eso radica un profundo egoísmo ya que el tinte de lo que sostiene esa actitud es considerar al otro como un objeto de nuestra posesión.
Esa “posesión” ficticia nos coarta, nos limita y asfixia ya que frena toda posibilidad de avance, de aceptación y de crecimiento. ¿Por qué hacemos eso?. Porque queremos evitar el dolor, a toda costa y por querer evitarlo, dilatamos decisiones que nos terminan perjudicando y nos hace gastar energía, tiempo y hasta dinero el no asumirlo de una vez.
¿Qué produce que tengamos tanta resistencia a soltar lo ya conocido?. Justamente porque nos brinda seguridad y estabilidad aunque nos esté matando lentamente. El conocido refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer” representa lo dicho anteriormente. Y aunque nos parezca increíble, esa resistencia la actuamos casi automáticamente. ¿En qué situaciones?. Cada vez que nos ofendemos con alguien por defender una idea, una sensación o una creencia. Ahí estamos dejando dicho que estamos enfrascados en una postura y que no la pensamos soltar. Detrás de eso obviamente hay una importancia personal enorme.
No se trata entonces de aceptar situaciones en la realidad, también cuando hablamos de soltar me estoy refiriendo a creencias, por eso no es tan simple asumir un cambio o cerrar un ciclo. Todas nuestras resistencias están sostenidas desde dentro nuestro por nuestras creencias, ideologías, leyes internas con las cuales justificamos nuestros actos diarios. Aceptar que algo debe morir en nuestras vidas, a nivel simbólico, una relación por ejemplo, implica reconocer un cambio en una creencia, una postura que algún momento defendimos. Y eso produce miedos, inseguridades. Tal vez implique hacer tambalear nuestra estructura de creencias entera. ¿Y qué sucedería si se viene abajo?.
Desde lo astrológico me estoy refiriendo al signo de Escorpio y desde los Arcanos del Tarot tiene su relación con el Arcano de La Muerte. Esa carta que tanto espanta porque es un esqueleto con una hoz representa justamente esta fase de nuestras vidas en donde hay que dar muerte a lo viejo para que nazca lo nuevo. Animarse a atravesar el dolor para que luego llegue la comprensión y el aprendizaje. Cuanto más nos resistamos a que algo está agotado más sufrimiento nos provocaremos, hay que atreverse a hacerse las preguntas incómodas, esas que generalmente evitamos hacernos. Toda pregunta nos pone de cara al vacío, a tener que sincerarnos y hacernos cargo. Pero luego de soltar, el alivio es tan grande que realmente lo vale.
Esta carta en definitiva, a lo que nos invita es a que asumamos aquello que ha de morir en nosotros para darle lugar a lo nuevo, a algo diferente. Si nos creemos llenos, completos, que tenemos la verdad absoluta no hay posibilidad de algo diferente en nuestras vidas, hay que animarse a interrogar lo que sostiene nuestras creencias, solamente así estamos de cara a construir la vida que decimos querer.
Carolina Capmany
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